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VOCABLOS
Publicado en Diario de Navarra, 31.12.04
En estas bocanadas finales de diciembre la prensa cumple el rito de recopilar las fotos del año, los personajes del año o los sucesos del año. Lo hace porque son fechas de recuento, o de pelea contra la avasalladora desmemoria, en las que impelidos por cierto cargo de conciencia hacemos como que nos ocupamos de rendir culto al tiempo. Recordar ahora cuáles han sido los acontecimientos del año, las canciones del año o los libros del año nos redime en cierto modo del pecado de la transitoriedad. Admitamos esos recuentos, pues. Pero uno echa en falta entre ellos uno en particular: el de las palabras del año. Porque las hay, y de eso pensaba hablarles a ustedes cuando supe que me tocaba asomarme a esta ventana el último día del año. Hay palabras de temporada, por así decirlo, que trepan a los titulares de prensa y a las tribunas de oradores, que aparecen de repente dichas por todas partes cuando antes casi nadie las usaba, palabras impuestas o espontáneas pero sin lugar a dudas triunfantes. También ellas merecen quedar registradas en el balance. Iba a explicarles, por ejemplo, cómo el vocablo
guerra y otros de su calaña han crecido en volumen y sonoridad durante 2005. Quería hacerles también alguna aclaración sobre otra voz que habrán oído mucho estos meses:
talante. Mi intención era informarles de que está emparentada con
talento, que es una facultad de la inteligencia pero que también conserva la acepción de ‘moneda’, de moneda imaginaria para ser exactos, y que allá ustedes con sus conclusiones. Otra palabra que el hit verbal del 2004 ha ascendido muchos puestos es
boda, y cerca de ella han estado
olimpiada, masacre, miserable, inmolación,... Y
género, por supuesto, ese zarandeado término sacudido por las controversias entre la gramática y la corrección política. De estas palabras y algunas otras iba a hablarles a ustedes cuando, con enero ya a la vuelta de la esquina, ha surgido una que se ha impuesto sobre todas ellas.
Tsunami. Es lo único positivo de las catástrofes: que nos enriquecen el léxico y los conocimientos geográficos. Hace doce meses Beslán y Faluya no existían en nuestros mapas mentales, como tampoco nos sonaba ni de oídas la voz tsunami. Y aquí está, de repente, aprendida de golpe y porrazo, grabada en ese rincón de los saberes donde habita el espanto. Se nos ha presentado inopinadamente, como la ola gigante a la que da nombre, y con sus tres sílabas casi dulces -como de delicado guiso oriental, como de apacible juego de mesa- nos ha dejado boquiabiertos de incredulidad, angustia y horror. Maldita forma de darse a conocer, maldita palabra ganadora en este malhablado año.
José María Romera
31 diciembre 2004
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2005-01-01 01:00 | 2 Comentarios
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