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COFRADES
En el devenir de las costumbres populares hay un punto en que las invenciones pasan a convertirse en tradiciones sin saber por qué. Tan pronto hay que esperar cien o doscientos años para que eso suceda como la transformación actúa sin apenas haber tenido tiempo de acreditar el mérito de la antigüedad. En este último grupo de tradiciones repentinas están las cofradías. Un buen día, que bien puede coincidir con una tarde aburrida de casino o con las siempre peligrosas reuniones de «brainstorming» empresarial, alguien propone: «¿Y por qué no creamos una cofradía de esto o de lo otro?». Dicho y hecho. En un abrir y cerrar de ojos ya está diseñado el escudo, encargadas las boinas y compuesto el himno que acompañará a los cofrades en la comitiva de cada año. No hablo de las cofradías piadosas, que van de capa caída, sino de las gastronómicas y similares, éstas con capa lucida y de buen paño generalmente. Según las malas lenguas, se trata de un sistema alternativo para promocionar determinados productos sin gastar un euro en publicidad. Pero yo he visto a algunos amigos nombrados cofrades de un queso, de una hortaliza o de un embutido picante y su cara de satisfacción en el instante de la investidura no me engaña: aquí hay algo digamos que espiritual, poético, o por lo menos emotivo. Ser cofrade imprime carácter. Tal vez el primer año la cosa se tome un poco a chirigota, pero conforme avanzan las ediciones y se perfecciona el ritual todo adquiere una pátina de nobleza antigua. La voz del Gran Maestre de turno llamando a capítulo suena majestuosa. Los golpes del bastón en la tarima nada tienen que envidiar al mazazo del presidente del Parlamento en día de sesión extraordinaria. En esa atmósfera no debe extrañar que los elegidos sufran curiosas metamorfosis; tan pronto un arquitecto abstemio canta las excelencias de ciertos vinos como una filóloga vegetariana jura por sus muertos defender a brazo partido las chuletas de ternera. Yo los observo ahí subidos, en disciplinada formación, ataviados de alguaciles, y me vuelvo a decir aquello de«cosas veredes».
Publicado en Diario de Navarra, 1.12.06
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2006-12-07 11:14 | 3 Comentarios
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