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MÁNAGERS
Pasó a mejor vida la imagen de aquellos padres espantados cuando el niño les manifestaba su anhelo de ser músico, actor o bailarín. Ahora ese deseo no sólo no es visto con malos ojos, sino que lo fomentan los propios familiares. Apenas cumplidos unos meses de edad, ya hay quienes someten a las criaturas a una sesión fotográfica para que el «book» llegue a una agencia publicitaria que busca el protagonista de un anuncio de pañales. Me pregunto qué peculiares ideas sobre la educación infantil (o tal vez qué complejos y frustraciones propias) albergan esos progenitores, los mismos seguramente que en cuanto ven crecer al niño o la niña lo pasan por inclementes «castings» de películas o concursos de canto y baile. Ya de adolescentes, los empujan a las pasarelas de moda y, poco más tarde, a innombrables «shows» catódicos. Sin rubor alguno. Con la invariable coartada del «yo le apoyaré en todo lo que él decida», sin preguntarse antes si el niño es capaz de decidir por su cuenta. La imagen de los papás babeando de orgullo cuando su retoño sube al escenario –una imagen entre enternecedora y terrorífica- plantea profundas incógnitas acerca de nuestro tiempo. No me refiero a los valores morales, que a estas alturas deben de sonar a chino, sino a otra cosa más concreta: a la capacidad de los adultos con hijos para efectuar cálculos matemáticos elementales. Las encuestas indican que son millones los padres y madres que desearían para sus hijos el éxito en sus modalidades más o menos faranduleras. Teniendo en cuenta que a ese vértice de la pirámide sólo llega una privilegiada –pero no por ello selecta- minoría, el resultado sólo puede ser uno: la frustración. Supongo que hay un todo un filón de narraciones disparatadas en todas esas vidas echadas a perder bajo los focos, en los márgenes de las revistas del corazón o debajo del engañoso polvo de estrellas. Son las novelas de unos monstruos de feria fracasados que fueron expuestos un día por sus padres-mánagers al brillo engañoso de la fama.
Publicado en Diario de Navarra, 30.9.06
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2006-10-02 18:16 | 4 Comentarios
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Comentarios
1
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De: Bambo |
Fecha: 2006-10-06 13:34 |
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Yo no diría que las miradas de los padres, cuando sus retoños aparecen en el escenario -me viene a la memoria el esperpéntico "Lluvia de estrellas"-, oscila entre lo terrorífico y lo tierno: no puede haber ternura en una mirada disfrazada de un orgullo egoísta... es terrorífico, sin más. Bueno, sí; algo más: patético.
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2
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De: CCG |
Fecha: 2006-10-06 19:51 |
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De acuerdo con Bambo. Es terrible ver la imagen de los padres entre el público. A algunos les brillan los ojos pensando en lo que pueden facturar como su chico o chica triunfe. El problema es que se está trasladando a todos los ámbitos. Yo he visto en un partido de fútbol entre niños de 12 años (ojo, un torneo escolar no un campeonato entre alevines del Madrid y el Barça) a un padre que gritaba a su hijo desde la grada que si marcaba un gol le compraba el último videojuego. Y a otro que insultó a su retoño porque dejó que un contrario le regateara. ¿Qué mundo estamos construyendo?
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3
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De: Bambo |
Fecha: 2006-10-06 23:36 |
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En estos momentos, en La Primera, bodrio pre-festivalero eurojunior... padres y niños, niños y padres.
Mi niño es que canta como los ángeles... Menos mal que siempre nos quedará "Super nany", :-D
Buenas y riberañeas noches
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