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EL NOMBRADOR
Desde mis primeros pasos en las aulas –no en el patio de pupitres, sino ya subido en la tarima- siempre traté de inocular en mis alumnos el dulce veneno de la Filología. Espero no pecar de inmodesto si les digo que al principio tuve cierta fortuna. Para convencer a aquellos chicos y chicas en edad de elegir sus estudios superiores no necesitaba emplear argumentos extraordinarios. Bastaba el de la belleza, el del amor a la lengua, el de la herencia cultural. Un poema de Cernuda leído con interés podía persuadirles definitivamente, pero también el convencimiento venía de cosas en apariencia ásperas como el estudio de los adverbios, a poco sentimiento que uno pusiera al explicarlos. Con el tiempo, sin embargo, la afición fue decayendo. La gente joven ya no se dejaba engatusar con unos relatos de Chejov, y la sintaxis de la oración compuesta pasó de ser para los muchachos un divertido ejercicio de lógica recreativa para convertirse en un suplicio mayor. Comprobé que ya no valían las viejas razones y que debía buscar otras artimañas, así que recurrí al argumento de la utilidad. Conociendo bien la lengua, les insistía un año tras otro, uno se desenvuelve con soltura en muchas situaciones. Y acto seguido les enumeraba tareas diversas donde los filólogos podían triunfar y hasta forrarse si ese era su objetivo en la vida. Entre esas actividades estaba la publicidad. Los eslóganes que os trepanan los oídos han sido ideados a menudo por poetas y filólogos. Las marcas triunfantes en el mercado llevan nombres puestos por doctores en Filología. No me querían creer. Una cosa es desdeñar la lengua y la literatura y otra admitir la herética evidencia de que los escritores de versos se venden al mejor postor. Pues bien, estos días ha salido en los papeles un poeta –no menor, por cierto- que se gana los garbanzos haciendo eso: inventar nombres de marca gracias a su dominio del lenguaje. No sé, quizá Góngora o Béquer también se dedicarían al
branding si hubieran nacido en estos tiempos. Por mi parte, guardo el recorte de prensa para usarlo como último argumento en favor de las Letras.
Publicado en Diario de Navarra, 24.6.06
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2006-06-28 12:35 | 1 Comentarios
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