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VIAJEROS
Quizá en otro tiempo pudo haber diferencias, pero hoy en día viajeros y turistas son la misma cosa. La palabra turismo, que nació con ínfulas de alta burguesía, se ha democratizado mucho merced a las agencias de viajes y a las vacaciones pagadas a plazos. Es cierto que no todo el mundo puede montar en el Transiberiano o pagarse una estancia en Baden como hacían aquellos señores del XIX, pero a menor escala hacer turismo está al alcance de cualquiera. Turismo de cabotaje o de altura. A las Batuecas o a la República Dominicana.
Por eso hay esnobs empeñados en crear nuevas diferencias sociales, nuevas luchas de clases, y necesitan inventar una categoría ominosa en la que encajar a las masas para distinguirse de ellas. Esa categoría es el turista. Su estereotipo es el de la persona que embarca en el avión o en el autobús y a partir de ese momento sigue con acatamiento ovino las instrucciones de un guía que le indica cómo y por dónde ha de dar cada paso. O bien el que llega a su destino, se encierra en la habitación de un hotel igual a todos los hoteles de serie de todo el mundo, se tumba en la playa a tomar el mismo sol que las restantes barrigas y quince días después regresa a casa sin haberse fijado en nada. Los que se hacen llamar viajeros, en cambio, van de aquí para allá con los ojos bien abiertos, empapándose de cultura y de costumbres, huyendo de los caminos trillados y de las estaciones consabidas. Es lo que dicen.
Pero esa figura de viajero romántico, de aventurero curioso, sólo está en la fantasía. El explorador de hoy se hospeda en alojamientos de cinco estrellas y ve los noticiarios de la BBC. Si Marco Polo emprendiera ahora una de sus expediciones por Asia, llevaría un ordenador portátil conectado vía satélite con la redacción de varios periódicos que recogerían sus crónicas al instante, pero no sólo eso: organizaría el viaje de modo que no tuviera que hacer frente a eventualidades engorrosas, exactamente igual que el turista que suscribe un seguro de asistencia sanitaria antes de embarcar en su crucero por las islas griegas. No hay viajeros y turistas, sino buenos y malos viajeros o turistas. Los malos son los que recorren miles de kilómetros para fotografiarse delante de su coche. Los buenos husmean, preguntan, observan y viven la experiencia de cambiar de lugar. Nadie tiene el secreto de esa experiencia porque lo importante no es qué forma adopte, sino el hecho de disfrutarla. Viajar es un estado mental. Una excursión dominical por la comarca puede ser tan enriquecedora como unas vacaciones en Birmania. Y no por el hecho de apuntarse a un viaje organizado por el Danubio se es menos viajero o más turista que Bruce Chatwin en la Patagonia cargado con su mochila.
Publicado en El Correo, 20.5.06, y El Norte de Castilla, 21.5.06
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2006-05-23 11:10 | 3 Comentarios
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Comentarios
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entonces seguro que te gustará la vuelta a España en Vespa de Ander Izagirre, gran viajero: http://vespana.blogspot.com
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De: JMR |
Fecha: 2006-05-24 17:29 |
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Hombre, claro, la sigo desde el primer día. Un modelo de viajero, y de prosista.
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De: CCG |
Fecha: 2006-06-02 21:03 |
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Creo que Paul Bowles, en el arranque de 'El cielo protector' establece por boca de uno de sus protagonistas una diferencia entre turista y viajero similar a la aquí comentada. Me temo que eran otros tiempos, y que éstos necesitan nuevos conceptos.
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