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{ Bitácora de José María Romera. Artículos de prensa y otros escritos }

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    JUSTICIA



    Entre los deportes nacionales más practicados en el país se encuentra la crítica de la Justicia. La cosa viene de lejos. Los jueces y sus decisiones tienen mala prensa desde siglos atrás, porque nunca la administración de la Justicia se ha librado del factor humano. Aburre tener que decir que siempre ha habido jueces rectos como los ha habido venales y corruptos, y que ni en este ni en otros órdenes de la vida vale el dicho de que un cesto hace ciento. Pero se supone que la civilización, el progreso y el estado de Derecho han reducido al mínimo la probabilidad de sentencias injustas. Por eso nos subimos por las paredes al enterarnos de una resolución que repugna a nuestra sensibilidad. No es lógico, por ejemplo, que una mala bestia como el asesino en serie Henri Parot pueda acabar pasando en la cárcel menos tiempo que un estafador de poca monta. No nos entra en la cabeza que a un tipo que ha matado a su mujer a puñaladas se le reduzca la pena porque lo hizo sin ensañamiento. Escapa a nuestro entendimiento que a un estudiante le salga más barato agredir a su profesor que fumarse un pitillo en el patio. El otro día un distinguido fiscal aseguraba que no nos enteramos ni de la décima parte de lo que ocurre en la realidad. Hace años lo dijo en otras palabras más coloquiales cierto alcalde andaluz: «La justicia es un cachondeo». Creo que son afirmaciones exageradas. Lo digo en serio. La Justicia es lenta, torpe y a veces incomprensible, pero por norma general funciona. Es una de las pocas cosas en las que podemos confiar en estos tiempos inciertos. Sin embargo esa confianza se debilita cuando surgen situaciones como la del onubense Antonio Hernández, a quien veintiún años después de cometer un delito de robo los jueces han enviado a la cárcel, donde deberá permanecer doce años. Y todo porque a los dieciocho sustrajo de unos almacenes un televisor y un jamón. Entonces era un chaval toxicómano descolocado, pero ahora se comporta como un buen ciudadano que cuida de su familia y tiene un trabajo. Si nos repiten hasta la saciedad que el fin de los encarcelamientos es la reinserción social del delincuente, parece fuera de toda duda que este hombre no debería ir a prisión porque ya se ha rehabilitado con creces. Pero se conoce que algún juez inclemente o algún funcionario judicial vengativo han decidido recordar que la Ley no se casa con nadie, ni siquiera con el sentido común. Y si nadie lo remedia, el vecino de Aljaraque se pudrirá entre rejas por haber robado en su día un televisor que hace tiempo dejó de funcionar y un jamón que masticaron dentaduras ya perdidas.

    Publicado en Diario de Navarra, 25.2.06
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    2006-02-27 11:24 | 1 Comentarios


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    Comentarios

    1
    De: D. Hoffman Fecha: 2006-04-13 21:50

    ¿Hay jueces pasmados en España?



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