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CARICATURA
Iba a empezar el artículo preguntándome qué dirá Mahoma de todo esto, pero algo me ha echado atrás: no sé si también a los musulmanes les ofende que uno haga preguntas a
Mahoma. Y, como el olor a pólvora que viene de Dinamarca va en aumento, opto por la cautela hasta ver en qué termina este gran disparate de las caricaturas. Pertenezco, como la mayoría de ustedes, a una cultura familiarizada con las caricaturas de personajes ilustres en viñetas de todas clases: unas buenas y otras malas, unas despiadadas, otras amables y otras decididamente psicológicas. Tan corriente nos parece desayunarnos con una tira de humor gráfico, que a nadie se le pasa por la cabeza censurar a sus autores ni siquiera cuando llevan la crítica al terreno de la mofa sangrante. Esa especie de bula que concedemos al caricaturista se fundamenta en una vieja creencia occidental: la de que el humor es sano. «A nadie se le dio veneno en risa», escribió Lope de Vega. El humor gráfico es el canal empleado por muchos medios de información para llegar a extremos que no admiten las palabras pero a la vez sin incurrir en la afrenta. Prueba de ello son las contradictorias reacciones de muchos caricaturizados, que tan pronto se suben por las paredes al verse expuestos a la broma como se quejan si el dibujante pasa una temporada sin prestarles atención. Baudelaire proponía hacer una Historia general de la caricatura para mostrar a través de ella la evolución de las mentalidades, porque según él era mejor reflejo de los hechos políticos y religiosos, graves y frívolos, que han agitado a la humanidad. Las histéricas manifestaciones de condena y las inaceptables amenazas vertidas ahora por algunos países islámicos contra todo lo europeo vienen a probarlo en cierto modo. Una simple caricatura –bastante más suave que muchas sátiras vertidas a diario contra reyes y ministros en sus propios países- ha desatado la intransigencia de ciertas colectividades humanas. Por fortuna no todo el islamismo ha hecho igual. Pero a un servidor no le agradaría pertenecer a una cultura que se levanta en armas por un simple dibujo. Presentar el problema como un choque entre el respeto debido a las creencias y a los sentimientos, por una parte, y el derecho a la libertad de expresión por otra, es desenfocar la cuestión. Se trata de algo tan desproporcionado como responder a unas caricaturas con declaraciones de guerra santa. Al oponer la violencia a los garabatos, la parte supuestamente ofendida no sólo se desautoriza a sí misma, sino que nos obliga a ponernos del lado de unos medianos dibujantes cuyos dibujos habrían pasado inadvertidos si no fuera porque en algunos lugares del mundo siguen imperando la superstición y el
fanatismo.
Publicado en El Correo, 5.2.06, y El Norte de Castilla, 8.2.06.
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2006-02-06 17:31 | 6 Comentarios
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Comentarios
1
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De: Heimy |
Fecha: 2006-02-06 18:44 |
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¿Que la risa es sana? ¡Ja! Explícale eso al hermano Jorge :P
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De: Anónimo |
Fecha: 2006-02-07 17:04 |
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Un poco de humor en este desdichado asunto, aquí.
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Por mucho que uno se esfuerce resulta inconcebible que haya una reacción tan absolutamente desproporcionada que raya en el antediluvianismo. Como bien dice Luis Alfonso Gámez, a estos señores le faltó una Ilustración. Y la pregunta tuya es válidad: ¿Qué hubiera dicho Mahoma? Este es un ejemplo del adagio de "más papistas que el Papa".
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De: Delfín |
Fecha: 2006-02-10 21:21 |
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Una opinión que comparto al cien por cien, expresada perfectamente en este artículo .
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Ay que bien sienta la racionalidad... en vez de tanto templar gaitas que oímos desde nuestras altas esferas europeas. Vergüenza les debería dar.
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