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LA CRISTALERÍA
Un hombre salva a una criatura que estaba a punto de ser arrollada por un camión en Azkoitia. Varios años después esa criatura se mete a terrorista y asesina al hombre que le libró de una muerte segura. El criminal cumple condena en la cárcel y, al salir de ella, regresa a su pueblo natal. Las heridas permanecen abiertas. En la localidad aún vive la viuda de su víctima, y el asesino no ha dado una sola señal de arrepentimiento. Ni siquiera ha pagado la indemnización debida a los familiares, amparado tras la excusa de su insolvencia. Ello no le ha impedido montar un negocio de cristalería en un local situado bajo el bloque de pisos donde reside la viuda. Entonces ella se rebela. No clama venganza, no exige que el asesino vuelva a la cárcel, no desea más daño a nadie. Solamente reivindica dos derechos: uno, que el condenado satisfaga la cantidad fijada por la justicia; el otro, más humano aún, no tener que soportar todos los días al salir y llegar a casa el encuentro ultrajante con quien quitó la vida a su marido. Sin embargo una parte de los lugareños desaprueba su actitud. No sólo la tacha de rencorosa, sino que se pone del lado del antes terrorista y ahora cristalero convocando una manifestación en su favor, con él al frente, más chulo que un ocho, desafiando todas las leyes de la decencia y del sentido común. Todo esto parecería el guión escrito para una mala película si no fuese porque ha ocurrido en la realidad. Exceptuando el primer capítulo, el resto de los acontecimientos sucesivos parece una trama inverosímil y retorcida. Sucesos de manicomio. Mientras en las esferas políticas circulan mensajes sobre el fin de la violencia, en la vida cotidiana se producen hechos quizá ínfimos -¿a quién importa una viuda quejosa?- pero demasiado reveladores de algún daño moral profundo que ni las treguas ni las amnistías van a reparar fácilmente. En Azkoitia, pueblo próspero y de buena vida por otra parte, pesa una historia de tres o cuatro decenios marcada por la intolerancia. Allá nacieron los Comandos Autónomos Anticapitalistas, una de las escisiones más sanguinarias de las diversas ramas etarras. Y allá siguen escritas historias de crueldad tan espantosas como la del cristalero Aspiazu y la viuda de su víctima Ramón Baglietto. Los manifestantes del otro día esgrimían el derecho de todo excarcelado a reconstruir su vida. Lo que no explicaban es por qué esa reconstrucción ha de lograrse en las mimas narices de las víctimas y mofándose de ellas. Y es que, aunque acaben de una vez los crímenes, queda una sociedad enferma cuya cura necesitará el tiempo de varias generaciones.
Publicado en Diario de Navarra, 4.2.06
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2006-02-05 21:51 | 3 Comentarios
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Comentarios
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Espantoso el asunto del cristalero... pero aún más terrible que tenga manifestaciones detrás de él. Eso da la medida del problema y de la manera en que una parte enorme de la sociedad vasca se ha atrincherado en actitudes profundamente inmorales.
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De: local internet marketing company |
Fecha: 2019-09-15 14:57 |
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Needless to say the Comic Sans readers were less inclined to agree with the passage whereas the the Baskerville readers were more likely to agree. local internet marketing company
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Fecha: 2019-09-15 14:57 |
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