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{ Bitácora de José María Romera. Artículos de prensa y otros escritos }

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    ALÍ AGCA



    Cada mes sale de la cárcel tras haber cumplido condena un buen puñado de violadores, homicidas, atracadores de bancos y traficantes de droga. Su puesta en libertad no produce alarma social porque la prensa aún no difunde esta información, salvo que se trate de reos estrella como Mario Conde o el asesino de la catana. Es un factor de buena salud social. Si supiéramos cuánto antiguo malhechor anda suelto tal vez viviríamos en un sobresalto continuo, y aparte de eso cometeríamos la injusticia de seguir pasando facturas a gente que ya ha pagado su deuda a la sociedad. Mehmet Alí Agca acaba de obtener la libertad veinticinco años después de haber disparado contra el papa Wojtyla en la misma plaza de San Pedro. Aunque ha pasado un cuarto de siglo entre rejas, a la salida presentaba un aspecto físico envidiable, como si hubiera permanecido en un balneario y no en el trullo. Algo tienen los magnicidas que a nuestros ojos los hace distintos de un criminal corriente. Son personajes que pasan por la historia como seres fantasmales. Cuando no caen abatidos por la policía en el lugar de los hechos, van de tribunal en tribunal y de prisión en prisión en prisión dejando tras de sí la sospecha de raros complots y de oscuros icebergs de los que no son más que la punta visible. Muchas personalidades muertas de forma violenta fueron asesinadas por tronados, por megalómanos o por simples memos con afán de notoriedad. Sin embargo en torno a ellos sigue creciendo un aroma de leyenda. La que acompaña al atentado de Alí Agca es un combinado de conjura de la KGB, de golpe propagandístico de la ultraderecha otomana y de designio diabólico vaticinado por los pastorcillos de Fátima. Esa leyenda quedó redondeada cuando Juan Pablo II visitó en la cárcel a su agresor, le tomó confesión y luego se abrazó a él como posando para una estampa alegórica del perdón cristiano con la paloma paráclita sobrevolando sus cabezas. Quizá Alí Agca llevaría tiempo en libertad y hasta bendecido como un buen contrito si no fuera porque pesaban sobre él otros cargos como los de haber apiolado a un periodista y cometido dos atracos a mano armada. También en España se aproxima una oleada de excarcelaciones por pena cumplida de las que serán protagonistas varios etarras de historial más sanguinario que Alí Agca. Serán, como él, hombres y mujeres talluditos pero aún con tiempo por delante para rehacer su vida regentando una tienda de cristalería. Pero, debido a que nuestro país suprimió hace tiempo el servicio militar obligatorio, ni siquiera quedará el último recurso de alargar sus condenas mandándolos a hacer la mili, como han hecho en Turquía con el hombre que el 13 de mayo de 1981 intentó matar al papa de Roma.

    Publicado en El Correo, 15.1.06, y El Norte de Castilla, 18.1.06
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    2006-01-16 16:34 | 1 Comentarios


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    Comentarios

    1
    De: Rigel Fecha: 2006-01-16 19:01

    Sr. Romera:
    Dice usted: "aparte de eso cometeríamos la injusticia de seguir pasando facturas a gente que ya ha pagado su deuda a la sociedad."
    A eso me apunto, en parte. El que ha tenido un mal día y ha cometido un atraco acuciado por una necesidad imperiosa. El pobre robagallinas que asalta un gallinero, el mindundi que da un tirón, deben poder salir cuando han pagado su deuda con la sociedad -con los atracados, tironeados, robados, no terminan de pagarla nunca-. El problema a mí se me plantea cuando el delincuente reincide
    Parece que en nuestro ordenamiento jurídico no se contempla la reincidencia como un agravante. Y eso me parece mal porque si falla la reinserción del delincuente que entra en el trullo y vuelve a delinquir estaremos asistiendo, como hacemos ahora, a un trasiego de delincuentes dentro, delincuentes fuera. "La faena del matalafer, fer y desfer" llaman a eso en mi pueblo.



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