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INTOCABLES
Me pregunto si en un artículo de prensa está permitido poner palabras como Nestlé, Adidas, Telefónica o IBM. No es que pretenda rivalizar con los anuncios publicitarios, cuya creatividad y cuya fuerza persuasiva sacan varios cuerpos de ventaja al más diestro plumilla. Mi duda proviene de la certeza de que hoy en día quienes ostentan el verdadero poder responden a nombres como esos, y no a los de los partidos políticos o las instituciones oficiales a las que habitualmente dirigimos nuestros dardos. Llama la atención esa especie de tabú protector que blinda a empresas y marcas comerciales en los medios de comunicación y nada digamos en la literatura. En su favor actúa el escrúpulo estético de los escritores, erróneamente convencidos de que mencionar nombres de marca emborrona los escritos y los llena de la vulgaridad flotante en los hipermercados. Sólo algunas marcas de automóviles o de plumas estilográficas incorporadas al retablo de los fetiches modernos consienten ser citadas en una novela, pero siempre por encima del bien y del mal, aureoladas de un nimbo museístico o lexicalizadas como nombres comunes que ya forman parte de nuestra vida cotidiana. Pero el reparo mayor proviene de un oscuro límite impuesto a nuestra expresión y convertido en argucia para acallar las voces críticas: Prohibido hacer publicidad. Uno puede poner a caldo a un concejal o a un ministro con sus nombres y apellidos cuando estima que han actuado mal en su tarea, o incluso porque les tiene ojeriza. Se diría que esos concejales, ministros o diputados han sido puestos ahí como muñecos de pimpampúm al servicio de nuestro desahogo y sin más límites que los que imponga la legalidad vigente sobre protección del honor. En cambio hemos de tentarnos la ropa si una cadena de grandes almacenes nos ha vendido género defectuoso, y nada digamos si el malhechor es una multinacional que esclaviza operarios en Asia, provoca golpes de Estado en África o está detrás de alguna oscura operación urbanística en nuestras ciudades. Entonces hay que cogérsela con papel de fumar, por decirlo pronto y mal. Es preciso hablar con circunloquios y medias palabras y omitiendo el nombre del malhechor, no vaya a ser que venga el Tribunal de Defensa de la Competencia y nos empapele por ataques al negocio. Hoy es posible blasfemar contra los otrora intocables santos de la iglesia. Nada impide tampoco señalar por su nombre al artista petardo, al político obtuso, al futbolista paquete o al funcionario huraño. Pero en lo tocante a las empresas y sus marcas, punto en boca. ¿Y todavía se preguntan ustedes quién manda aquí?
Publicado en Diario de Navarra, 7.1.05
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2006-01-09 21:28 | 4 Comentarios
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Comentarios
1
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¿Acaso no sabe usted que la nueva religión verdadera es la sacrosanta Nueva Economía? >:P
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2
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De: Luis |
Fecha: 2006-01-09 23:32 |
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hablando de competencias...
http://colombia.indymedia.org/news/2005/12/35352.php
http://www.terra.com.co/actualidad/ultima_hora/03-01-2006/nota270599.html
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3
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De: Zifra |
Fecha: 2006-01-09 23:39 |
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mu güeno!
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