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Una infancia continua
La infantilización de la sociedad
El sueño de la eterna juventud asociado con el miedo a crecer siempre ha acompañado a las generaciones de hombres y mujeres. Pero esa pasión inútil venía contrarrestada por otras fuerzas tales como el sentido de la responsabilidad, el compromiso o la aventura de desarrollarse libremente y la conciencia del paso del tiempo. De ahí derivaba la construcción de un relato vital estructurado en la sucesión de edades: a cada edad le correspondía un papel, una manera de estar, un estilo diferenciado de relación con el mundo. Madurar no consistía en envejecer, sino en acompasar el paso adecuándolo a las distintas condiciones de cada tramo vital.
Da la impresión de que hoy son pocos los que se resignan a admitir esta ley. Una gran cantidad de personas adultas vive en permanente desavenencia con su edad. El fenómeno más visible es el del «
adultescente» que demora hasta la treintena el momento de su emancipación, y permanece en la casa paterna jugando a la ambivalencia: por un lado, actúa con la libertad propia del adulto que se guía por su propio criterio; por otro, solicita la protección de los padres y exige de éstos cobijo y atención. Pero abunda también el maduro -desde los cuarentones hasta los situados en la tercera edad- que reclama un supuesto derecho a desandar lo andado, a retornar a usos y actitudes propias de etapas anteriores de su desarrollo. Quiere ser joven, o incluso niño.
Esta es la parte positiva de la cuestión: cultivamos hábitos saludables, hacemos más deporte, reconquistamos el ocio y el juego y quitamos solemnidad a unos comportamientos donde empiezan a revalorizarse la alegría, el entretenimiento y un punto de sana superficialidad frente a la avinagrada pesantez que caracterizaba a la clásica figura de los mayores. Un aire de alegre frescura recorre nuestra existencia haciéndola más desdramatizada y menos sombría, liberándola de parte de esa sobrecarga de obligaciones impuesta por viejos convencionalismos. No por el hecho de crecer en edad hemos de cargar con más pesos de los necesarios. (
Sigue)
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2005-12-08 20:46 | 3 Comentarios
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Comentarios
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De: Luis |
Fecha: 2005-12-09 01:52 |
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el efecto de esta actitud infantil es muy grave en los niños, que oyen y ven de todo todos los días y siguen el ejemplo; lo que llamamos 'Educación', en la familia y en la escuela, es un rollo- lo mejor es la tele desde las 7 de la mañana- pero los padres-colega son un problema, crean individuos sin referencias ni Ganas de moverse ni de quejarse por nada importante, muy guapos/as y muy guays, pero que pelean por ser como el del anuncio, poderoso, elegante y *sexual (* n sé q s lo q se lleva aora,dspués d metro-).
al menos siempre hay quien es consciente y no se deja arrastrar, aunque sea sólo por satisfacción personal y tranquilidad; éstos suelen vivir con menos estrés que otros jóvenes (y no tan jóvenes), aunque les digan que están abuelos por no entrar al marengo a las 5 de la mañana...-por ejemplo-
sigue siendo un placer abrir el festinalente, más sabiendo que lo edita un paisano
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De: siloam |
Fecha: 2005-12-11 15:32 |
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excelente texto.
saludos.
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También contribuye a lo que dices la bajísima natalidad que hay en España: de este modo, sin obligaciones de cuidar hijos, muchas parejas o individuos pueden seguir en un estado mental y con actitudes de post-adolescencia hasta los cincuenta - o más.
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