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Laboratorio
La secuencia de palabras 'muertos–atentado–suicida–Irak' nos suena ya tan habitual y tan sin importancia como «buenos días» o «parece que va a hacer frío hoy», una especie de frase de ascensor para empezar la mañana recibiendo a la actualidad como quien saluda a los vecinos. Cuando escribo esto, la primera palabra de la cadena va acompañada del numeral 75 (un número, eso es todo) y pocos días antes había sido el 35, pero en cualquier momento otra secuencia muertos-atentado-suicida-Irak puede plantarnos en titulares números como 120, ó 40, ó 33. Dará lo mismo: una frase petrificada. Una lotería aburrida, dirán muchos. En la literatura científica los informes de laboratorio suenan igual de tediosos cuando hablan de la muerte de los cobayas, que viene a ser un episodio más del proceso. Irak es eso: un laboratorio. No digo que los atentados respondan a un plan científico, pero sí tengo la impresión de que en ese puchero fétido en que se ha convertido Irak –de perdidos, al Tigris- todo el mundo mete la cuchara para conseguir algún bocado. Lo hacen los invasores y los invadidos, los fanáticos y los traficantes, los mafiosos y los nostálgicos. Lo hacemos también ustedes y yo para corroborar lo acertados que estábamos cuando criticamos la invasión norteamericana. Pero ni yo ni la mayoría de mis improbables lectores podíamos imaginar qué punto de putrefacción alcanzaría la cosa. Y eso que las noticias nos llegan con cuentagotas. Sabemos que merced a los buenos oficios de Bush y sus secuaces, Irak dejó de ser una brutal dictadura y se convirtió en una inhabitable tierra de experimentación donde se congregan todos los diablos, no sólo los chiíes y los suníes. Intuimos que alrededor de este campo de Agramante están llevándose a cabo ensayos militares y carcelarios que desafían la imaginación más perversa. Ahora han sido unos aviones con muy mala pinta posados en aeropuertos de nuestras islas, a los que aficionados a controlar aeronaves por puro gusto –afortunadamente, hay gente para todo- han identificado como propiedad de la CIA. Si se confirman las peores sospechas, en ellos también se transportaba mercancía humana de laboratorio relacionada directa o indirectamente con el infierno iraquí. Y a la noticia de este guantánamo portátil se agrega la revelación del fósforo blanco empleado por estadounidenses y británicos en los ataques a Faluya. Experimentos de laboratorio. Quizá el juicio a Sadam Hussein es también otro ensayo de algo nuevo, igual que estos sucesos –y los que iremos conociendo- que al principio dan un poco de espanto pero que, en cuanto uno se acostumbra, suenan tan naturales como la secuencia de palabras muertos-atentado-suicida-Irak. Rutinas de laboratorio.
Publicado en El Correo, 20.11.05, y El Norte de Castilla, 23.11.05
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2005-11-21 16:43 | 0 Comentarios
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