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EL MODELO
Sin duda Fernando Alonso merece ser colmado de alabanzas. No todos los días se gana el campeonato del mundo de Fórmula 1 ni se derroca a Schumacher, y si además eso lo consigue un muchacho de apenas 24 años, hay que quitarse el sombrero. Otra cosa distinta son las peculiaridades del mundo del motor. En las carreras hípicas todos nos preguntamos a quién corresponden los laureles del triunfo, si al jinete o al cuadrúpedo. Por la misma razón supongo que los éxitos de Alonso son también los de sus neumáticos, y los del motor de su bólido, y qué decir de la tan nutrida tropa de hombrecitos azules que se le echa encima cada vez que entra en boxes. Pero no seré yo quien quite un ápice de gloria a lo conseguido por el ídolo asturiano, aunque sólo sea para no aguar la fiesta a una región sobre cuyo futuro económico se ciernen negros nubarrones. No diré que Alonso esté ejerciendo sobre la sociedad asturiana un efecto balsámico –o narcótico- parecido al de Maradona en la Argentina del 'corralito', pero casi. Hasta ahí, que siga corriendo la sidra. Sin embargo sus victorias han sobrepasado el ámbito de las buenas noticias deportivas e incluso el del entusiasmo terruñero. En pocas semanas Alonso ha ingresado en la simbología oficial merced a un premio Príncipe de Asturias más que discutible, y hasta se diría que ha subido a los altares a la vera de la 'Santina', a juzgar por las peregrinaciones multitudinarias con motivo de un homenaje que le tributó estos días en Madrid una emisora de radio. Es llegado este punto cuando la retórica del podio deja de ser un desvarío verbal transitorio y se convierte en peligrosa arma de doble filo. Se ha hablado hasta el bostezo del «modelo para la juventud» que representa un deportista tenaz, constante, esforzado, de tan férrea voluntad como firme carácter. Y cuando alguien como Fernando Savater ha osado alzar la voz para advertir del riesgo de estimular a los críos con modelos como éste –que, entre otras cosas, sólo siembran la semilla de la frustración-, se le ha tachado de aguafiestas y casi de antipatriota. Pues bien, los discrepantes se han quedado cortos. ¿Qué hay de esa biografía donde se habla de entrenamientos sobre ruedas desde los tres años, de fines de semana robados al juego y entregados a viajes de madrugada para competir en el extranjero, de pérdidas de días de clase en la etapa de enseñanza obligatoria? Por suerte para él, los triunfos de ahora tapan hechos que en otro caso hubiéramos considerado de maltrato infantil. Da miedo pensar cuántos como él habrán acabado en un taller, limpiando grasa de motores y maldiciendo el día en que sus padres se empeñaron en privarles de infancia para convertirlos en figuras.
Publicado en El Correo, 13.11.05
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2005-11-15 13:01 | 11 Comentarios
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Comentarios
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Estoy de acuerdo contigo, me acuerdo que en su día, la canción de la Campeones (aquellos japoneses que jugaban al futbol con un balón apepinado y en un campo esférico), fue tachada de mal ejemplo para la juventud por su alegato de la competencia más insolidaria y cabrona que existe.
Parece que en el deporte es dónde más diferencias hay entre jugadores normales (tambien conocidos como mediocres) y jugadores estrella (también conocidos como galácticos). Y también en el deporte es donde pasar de un grupo a otro es más fácil.
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De: Delfín |
Fecha: 2005-11-15 19:43 |
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Este es el artículo de Savater al que aludo en la historia.
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De: Rigel |
Fecha: 2005-11-15 20:47 |
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Cuando hablamos de alta competición, creo que no se debe hablar de deporte. Lo de "galácticos" y ditirambos semejantes va dedicado a ídolos, que no a deportistas. Sinceramente creo que no son lo mismo unos que otros.
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De: Bambo |
Fecha: 2005-11-16 00:03 |
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Completamente de acuerdo con Savater. Y con lo que añades tú en tu artículo, Delfín. En la lista de finalistas había deportistas que se lo merecían muchísimo más. Por no decir que, sinceramente, este chico no se merecía este premio, ni de lejos: la habilidad para conducir un automovil no debería considerarse un deporte. Aunque los defensores de las carreras de coches pretendan venderme la moto con los quilos que pierde en cada competición, las pulsaciones que alcanza y lo durísima que es su preparación física para mantener después el tipo: también a los astronautras los someten a infinidad de pruebas físicas y no les dan premios dedicados al deporte.
Cuando oigo hablar de padres esforzados que desde niños acompañaron a sus hijos a todas partes, que fueron los que idearon su estrategia deportiva -como el de Nadal, por ejemplo, o el de este chico- siempre pienso en frustraciones personales, en proyecciones de los progenitores en sus tiernos infantes, y me parece injusto, muy injusto. ¿Alguien les enseña a perder, a afrontar una derrota? La mediocridad es el pan nuestro de cada día y cada vez son más los jóvenes que quieren triunfar a toda costa, sea en lo que sea -les da igual salir en Gran Hermano insultándose como posesos-. Cuando venga el bofetón que los ponga por debajo de la zona media, posiblemente no sabrán salir de ahí. Una lástima.
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De: Delfín |
Fecha: 2005-11-16 10:12 |
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Bueno, algo sé de deportistas de alta competición porque tengo cerca a alguno de ellos. Muy bueno, por cierto. Pero precisamente eso me autoriza a distinguir entre los deportes de verdad y los espectáculos-negocio que sólo exaltan la fama, el enriquecimiento y el triunfo a toda costa. No quisiera haber dado la errónea impresión de no reconocer los valores formativos del deporte auténtico...Y menos ahora, cuando las estadísticas nos hablan de un alarmante descenso del ejercicio físico y de las actividades de esfuerzo entre los más jóvenes.
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Mérito el de Alonso, pues lo que había antes eran máquinas, y la mejor era la del eterno campeón, hasta que igualaron las condiciones del motor. El "viejo", se ha visto, no lo era tanto, porque ahora no se trata de pisar el acelerador a fondo sino de conducir.
Drama el que reflejas, José María, de chicos que después del esfuerzo existencial, aupados por sus padres, no llegan a ninguna parte; visto por montones en el boxeo.
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10
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