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{ Bitácora de José María Romera. Artículos de prensa y otros escritos }

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    LAS TRINCHERAS



    Hasta cierto punto se comprende que la oposición le busque las cosquillas al Gobierno allá donde más perjuicio pueda ocasionarle. Cada cual es muy dueño de elegir sus armas. Lo que no parece tan lógico es la obligación de entrar en ese juego, la impresión creciente de que para estar al cabo de la calle en el debate político es menester compartir los antojos retóricos de los contendientes. Últimamente se diría que todos los acontecimientos deben analizarse en clave del 36, es decir, de un guerracivilismo redivivo. Como si no hubiera habido Transición y con ella la paz, la piedad y el perdón invocados por Azaña. Como si de súbito el país volviese a estar cosido a trincheras y todo lo que en él ocurre hubiera de interpretarse según lo acaecido hace setenta años. Algunos camastrones de la derecha recalcitrante llevaban tiempo echando leña al fuego y pidiendo más madera al jefe de la oposición. Cuando su intento parecía condenado al fracaso, he aquí que en pocos meses han remontado posiciones en el escalafón y no sólo han logrado imponer el idioma del odio, sino que han arrastrado hasta la línea del frente a su primer espada. Hoy la porción de los españoles vivos que participaron en la guerra civil es mínima. Con la muerte de Haro Tecglen, aparte de desaparecer un extraordinario escritor, se ha ido tal vez el último izquierdista notorio marcado por aquella guerra fratricida. Y sin embargo la derecha se empeña en rebobinar su película de la guerra. Los políticos conservadores que cortan el bacalao leen a historiadores dudosos que han convertido en progre a Ricardo de la Cierva, oyen por la radio a broncos oradores émulos de Queipo de Llano y justifican a jóvenes fascistas reventadores del acto de homenaje a un nonagenario. No se trata sólo de una cuestión de estilo. Cada vez que alguien saca a pasear el fantasma de la Guerra Civil, ese espectro deja a su paso una especie de barrillo que lo va impregnando todo, de manera que como uno no se ande con ojo puede encontrarse sin comerlo ni beberlo con que le relacionan con un pelotón de fusilamiento o le piden cuentas por un suceso oscuro ocurrido en su pueblo cuando él no había nacido. Hay quien se siente muy cómodo en ese terreno resbaladizo y saca la conclusión de que su comodidad es un presagio de triunfo. Yo en su lugar me tentaría la ropa. Pues es probable que esta atmósfera irrespirable se mantenga durante cierto tiempo igual que se ha mantenido la sequía, pero en cualquier momento se impondrá la cordura y vendrá de nuevo el sosiego que les pillará desentrenados. Me imagino entonces los gritos de un desesperado Rajoy en retirada preguntando a sus fontaneros y a sus historiadores áulicos: ¿dónde me habéis metido, desgraciados?

    Publicado en El Correo, 23.10.05, y El Norte de Castilla, 26.10.05
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    2005-10-25 16:15 | 1 Comentarios


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    Comentarios

    1
    De: Delfín Fecha: 2005-10-29 17:25

    Poco tengo que añadir a lo que dices. Así son las cosas. Pero habrá que seguir preguntándose qué diablos tienen que ver los desaciertos gubernamentales -gordos, en casos- y la guerra civil de hace setenta años. En alguna parte he soltado antes mis opiniones sobre la memoria y el olvido, y sobre la conveniencia de moverse razonablemente en las dos direcciones: ni convertirnos en desmemoriados ni presentizar el pasado a todas horas. Ahora bien, eso de desenterrar el lenguaje de las trincheras es un auténtico disparate. Y, en el caso de algunos, una vileza sin nombre.



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