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ESTATUTO
A base de alternar pequeños empujoncitos y enérgicas acometidas, el nacionalismo catalán se ha ido haciendo, si no con la independencia, sí con las primeras planas de los periódicos. Esa es la verdadera conquista de nuestro tiempo. Una foto a tres columnas, una ráfaga de vídeo al principio del telediario, son botines muy codiciados. Así se explica que Pasqual Maragall y Artur Mas se hayan retratado juntos, apretados y sonrientes, pocos meses después de que uno hubiera acusado al otro de llevarse el tres por ciento de las adjudicaciones de obras públicas. Entre gente corriente una acusación de este calibre habría hecho saltar más que chispas. Y al principio así nos lo hicieron creer, mientras duraba el escándalo de El Carmelo. Llegó a parecer que ninguno levantaría cabeza después de aquello. Creímos que a los convergentes les perseguiría la Justicia y que el Honorable tendría que pagar un alto precio por amagar y no dar. Y sin embargo los únicos que continúan magullados son los vecinos del barrio, algunos todavía exiliados en hoteles y sin horizonte de regreso a su hogar de siempre. En los tira y afloja entre ciudadanos y políticos, siempre acaban victoriosos los segundos aunque parezca que el ciudadano va a ganar por goleada. Estos, pues, son días tan triunfales para el catalanismo nacionalista que Maragall y Mas han echado pelillos a la mar a cambio de esa foto de portada que los muestra con sonrisa de Estatut. Sería bueno preguntar a los damnificados de El Carmelo si con Cataluña convertida en una nación se sienten mejor, no sé, más arropados, con otra perspectiva de solución para sus problemas habitacionales. He conocido a nacionalistas para quienes el mejor techo era una bandera de colores aunque estuvieran tiritando y calados hasta los huesos. Pero me temo que ni el proyecto de Estatut, ni la selección nacional de hockey sobre patines, ni el dominio «.cat» en la Internet se encuentran entre las preocupaciones más inmediatas de las gentes de El Carmelo. Tampoco las veo matriculadas en el curso de activismo lingüístico promovido estos días por el Òmnium Cultural para enseñar a defenderse de los agresores que no hablan catalán. Para ellos el mejor empujón de progreso consistiría en que quedaran depuradas las responsabilidades por el siniestro que se tragó sus casas y que acto seguido les construyeran otras nuevas. Pero lo ha dicho Carod Rovira para empezar el discurso en la sesión aprobatoria del Estatut: «Bien está lo que bien acaba». «Ya somos grandes», ha añadido. Y al leer esto, no sé por qué, me ha venido a la cabeza la imagen del formidable socavón de El Carmelo.
Publicado en Diario de Navarra, 1.10.05
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2005-10-03 16:25 | 1 Comentarios
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