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REINA
En su incesante labor de enriquecimiento del acervo cultural vasco, la grey abertzale acaba de instaurar una nueva modalidad de opereta bufa: la entronización de un preso etarra como reina en unas fiestas patronales. El femenino no es errata. El femenino pertenece a la tradición, eso tan querido por los paletos especialmente cuando actúa en su beneficio. En este caso, que es el de Amurrio, el privilegio de nombrar a la reina de las fiestas y sus damas de honor recae de modo rotatorio en las cuadrillas de la localidad alavesa. La cuadrilla Herriarenak se acordó entonces de dos vecinos ausentes que se encuentran entre rejas por sentencia de los tribunales. Para la mente de una persona normal, resulta trabajoso entender qué ganancia obtiene un preso por el hecho de que una réplica suya –una foto de cartón silueteada, de tamaño natural- sea portador de una banda a guisa de miss Amurrio. Para la mente de una persona normal, eso se parece bastante a una cuchufleta carnavalesca de mal gusto que los representados tendrían que recibir más como ofensa que como obsequio. Pero en la sensibilidad reivindicativa abertzale, todo alimenta siempre que se use con el adecuado efecto propagandístico. Hace tiempo que las fiestas patronales de muchas ciudades y pueblos vascos sirven a este propósito, bien sea porque se encomienda el lanzamiento de su chupinazo inaugural a un excarcelado ilustre, bien porque entre los actos festivos se incluye alguna manifestación proetarra, vista gorda de la autoridad mediante. El alcalde de Amurrio, siguiendo la tradición nacionalista de hacerse el sueco en estos trances, ha explicado que no fue él quien convirtió en reina al recluso Santos Berganza y en dama de honor al también recluso José Angel Biguri, sino que se limitó a colocar las bandas a unos ciudadanos que pasaban por ahí. Lo que estos hicieran después ya no es cosa suya. Mientras los laboratorios no descubran qué tendrá el País Vasco para producir sin desmayo disparates de este género, habremos de conformarnos con esbozar una sonrisa perpleja. Si el alcalde de Amurrio no ha visto en la mascarada una exaltación del terrorismo, será que todo esto es natural. Desconozco las funciones que conllevan los títulos de reina y dama de honor de las fiestas de Amurrio. Pero supongo que algo tendrán que hacer sus adjudicatarios transexuados: presidir festejos taurinos, encabezar desfiles, bailar danzas en la plaza, cosas de esas. Alguien ha dicho que este homenaje representa una ofensa a las víctimas del terrorismo. No, los humillados son la reina Santos Berganza y la dama José Ángel Biguri, convertidos en tentetiesos portátiles gracias a una ocurrencia del listo de la herriko taberna que tuvo la idea.
Publicado en El Correo, 14.8.05
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2005-08-14 23:47 | 1 Comentarios
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