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{ Bitácora de José María Romera. Artículos de prensa y otros escritos }

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    LO NORMAL

    (Juan Genovés,'Eclipse')

    A muchos crímenes atroces suele sucederles una secuencia de este tipo. Los reporteros se acercan al lugar de autos y preguntan al vecindario acerca del sujeto que ha degollado a su mujer o ha resultado ser cabecilla de una red de pederastas. Esperan, como nosotros, el retrato patibulario de un pendenciero al que se veía venir, o por lo menos un testimonio que confirme que era un tío raro como un perro verde, algo lo suficientemente lógico para poner una pizca de explicación a lo incomprensible. Pero invariablemente la respuesta contiene el adjetivo «normal» aplicado al delincuente de turno. «Era una pareja normal, llevaban vida normal, se les veía pasear cogidos de la mano», dice con cara perpleja la vecina, también normal, que llega normalmente de la compra arrastrando su carrito lleno de normalidad. «Llevaba una vida normal, no se metía con nadie, saludaba con educación en el ascensor», asegura el portero de la finca. Cada vez que un seísmo moral en forma de violencia humana nos hace dar un respingo en el sofá, nos vemos necesitados de evidencias que nos coloquen a este lado de la frontera y pongan en el otro a los malhechores debidamente identificados como tales. No ocurre así. La policía ha descubierto los supuestos responsables de la matanza del 7-J en Londres. Donde esperábamos encontrar a unos sanguinarios delincuentes marcados desde la cuna por la señal del delito, resulta haber cuatro jóvenes de origen pakistaní pero nacidos en Inglaterra y acostumbrados a todas las rutinas y todos los hábitos europeos. Practicaban deporte, viajaban con frecuencia e incluso uno de ellos respondía al perfil de los llamados a hacer el bien: había dedicado sus mayores esfuerzos a la reeducación de niños problemáticos. Esto es lo que nos espanta. No el atentado en sí mismo, sino el descubrimiento de que sus autores estaban entre nosotros. No los delirantes motivos de los criminales, sino la naturalidad con que llegaron hasta esa decisión a lo largo de una vida demasiado semejante a la nuestra. Cuando los terroristas de ETA capturados y llevados a juicio aparecen sonrientes en los banquillos, nuestra indignación contra ellos no es debida sólo a su currículum criminal. La causa también el hecho de verlos vestidos con polos deportivos de nuestras mismas marcas, peinados y afeitados como nosotros, como si acabásemos de cruzárnoslos por la calle. Ni sus gestos ni su mirada transmiten otra cosa que normalidad, la misma que puede verse en muchos hombres maltratadores de mujeres que no llevan marcado en la frente ningún signo de su ominosa condición. Son gente normal porque hoy la normalidad es un concepto laxo, elástico y relativo donde tiene cabida todo el mundo.

    Publicado el 17.7.05 en El Correo y el 20.7.05 en El Norte de Castilla
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    2005-07-21 21:10 | 1 Comentarios


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    Comentarios

    1
    De: Anónimo Fecha: 2005-07-22 08:51

    En mi família vivimos, por desgracia, hace ya quince años, un caso de violencia sexual cuando en aquella época la población no estaba tan sensibilizada en estos asuntos: un duro trance, sin duda. Por el golpe que supone y por lo que viene después. Una de las cosas que más me impresionaron entonces fue la presencia física del asesino, la sangre fría, la tranquilidad, la falta de arrepentimiento. Y dices bien: no existía diferencia alguna con el resto de los mortales. No miraba ni mejor ni peor, no sujetaba el cigarrillo de manera aviesa, no insultaba ni increpaba a los indefensos...
    Hace dos meses murió la madre de la asesinada, y el asesino, en la calle a los cinco años de haber cometido el delito, tuvo el cuajo de presentarse en el entierro: apoyado en una esquina de una casa, mirando a través de sus gafas de sol, provocando, tentando a la suerte, viendo como sus propios hijos sacaban a su abuela del furgón mortuorio para entrarla en la iglesia.

    Visto desde fuera todo era normal. Muy normal. Tan normal que asustaba. Y mucho.

    Sí que es cierto que buscamos en el infractor, en el que se salta las normas, en el que comete un delito, signos evidentes de que son vulneradores natos de lo establecido, imagino que porque no somos capaces de asumir que, en un momento determinado, haríamos algo similar.



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