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COLECCIONISTAS
Publicado en Diario de Navarra, 25.6.06
El gusto por el coleccionismo está asociado con formas de personalidad pacíficas, minuciosas, amantes del orden y del hogar, un tanto solitarias y a veces retraídas, pero siempre afables. Nos evoca el candor de aquellos álbumes de la infancia donde pegábamos cromos, la paciencia del filatélico, la sosegada armonía de los museos. Coleccionar cualquier clase de objetos –desde los valiosos hasta los más corrientes- es una de las aficiones más prestigiadas, tal vez porque en el fondo nos tranquiliza suponer que quien tiene la mente ocupada en ello se convierte en un ser inofensivo y digno de toda confianza. Aunque la figura del coleccionista ha adquirido distintos perfiles a lo largo de la historia, fue la sociedad burguesa del XIX la que los produjo en mayor cantidad. Balzac describía a estos tipos raros como gentes que «tienen aspecto de no preocuparse por nada; no prestan atención ni a las mujeres ni a los gastos, andan como en un sueño, sus bolsillos están vacíos, su mirada como vacía de pensamientos, y uno se pregunta a qué especie de parisinos pertenecen». Pero no sólo es cosa de millonarios caprichosos y estúpidos como ese tal Howard Hong que ha adquirido por la módica suma de veintidós mil dólares tres cuadros pintados por un
mono y subastados junto a obras de Renoir, Botero y Warhol. Hay otro coleccionismo practicado de forma generalmente más modesta sobre bienes de escaso valor material. Son muchas las personas que en algún momento de su vida se han propuesto reunir
objetos como llaveros, encendedores, adhesivos de marca, posavasos, sellos, latas de cerveza o tarjetas de visita. Los más constantes han llegado a acopiar auténticas muchedumbres de piezas para cuya obtención no han reparado en tiempo ni en gastos. Han hecho de su existencia una permanente pesquisa en la que el deseo queda orientado a una sola clase de bienes insignificantes pero que adquieren sentido en su concentración y su abundancia. Para ellos el hallazgo de un nuevo objeto equivale al descubrimiento de un reino, y su apropiación a una conquista. Sus colecciones constituyen el testimonio de una aventura heroica, de una investigación erudita, de un sacrificio sin desmayo. Decía
Susan Sontag que «el auténtico coleccionista no está atado a lo que colecciona sino al hecho de coleccionar». Eso es lo que les hace entrañables, pero también peligrosos. Porque la mayoría de los coleccionistas, cuando han traspasado los límites del hobby y caído en las garras de la obsesión, serían capaces de cualquier cosa con tal de capturar una nueva pieza. Por ejemplo, un cuadro pintado por un
chimpancé.
25 junio 2005
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2005-06-25 22:50 | 0 Comentarios
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