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EL VOTO
Publicado en El Correo, 5.6.05
Algunos europeos empiezan a poner en práctica el consejo de los psicólogos para obrar con asertividad: hay que aprender a decir ‘no’. Tal vez holandeses y franceses caminen estos días con la cabeza más alta, más seguros de sí mismos, no con la sensación de haberse metido en un buen lío sino satisfechos de su capacidad de tomar decisiones. También Europa necesitaba esto. Un tropiezo, si se quiere, ni tan grave como para cantar réquiems por la Unión como ya están haciendo algunos, ni tan insignificante que no obligue a pararse a pensar. Una llamada de atención. Un gesto de orgullo o de rebeldía contra la arrogancia burocrática de los funcionarios que empezaban a adueñarse de nuestro futuro. Pero esta es una opinión como cualquier otra. Lo que provoca desconcierto en el voto contrario a la Constitución es la variedad de sus motivos. Esa es su grandeza, y ese también su peligro. Porque en el ‘no’ se han encontrado antieuropeístas cerriles con europeístas intachables, liberales a ultranza con defensores de las políticas sociales, nacionalistas rancios con enemigos de fronteras, xenófobos con hospitalarios, insatisfechos con esperanzados, nostálgicos con progresistas. Se ha dicho, y es cierto, que se trata de un ‘no’sin líderes, o con demasiados alféreces del tres al cuarto, como si eso bastara para desautorizarlo frente a un ‘sí’ apadrinado por los grandes jefes de estado y primeros ministros. Quienes insisten en este hecho no caen en la cuenta de que, llevado a sus últimas consecuencias, el argumento se vuelve contra la clase política y sus grupos mayoritarios cada vez más alejados de la ciudadanía. Entre las voces alarmistas oídas estos días, llaman la atención las que atizan rapapolvos a esa ciudadanía recriminándole que no sea capaz de ofrecer una alternativa al texto que rechaza. Pero ¿no habíamos quedado en que elegíamos representantes para eso? ¿No deberían haber trabajado también nuestros eurofuncionarios en la redacción de documentos alternativos? ¿No iba en su sueldo? El solo hecho de someter a referéndum unos textos de dimensiones amazónicas, tan descomunales como mal explicados, ya representaba un fracaso de los redactores. Muchos votantes se han limitado a devolverles el mamotreto diciéndoles lo que cualquier director de empresa diría a sus ejecutivos en circunstancias similares: llévese esto y hablamos cuando vuelva a traerlo reducido a la décima parte. Los rechazos de Francia y Holanda y los que parecen avecinarse nos han colocado ante un mar de incertidumbres. Pues habrá que trabajar para resolverlas, en vez de jugar al pánico, a la amenaza y a la arrogancia. Quizá es que los padres del ‘sí’ no son tan buenos padres como aparentaban.
5 junio 2005
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2005-06-06 10:39 | 1 Comentarios
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Comentarios
1
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De: JMR |
Fecha: 2005-06-06 21:40 |
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Y ahora los británicos poniendo las barbas en remojo. Ellos, siempre a su aire.
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