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PLAZA MAYOR
Publicado en Diario de Navarra, 28.5.05
La Plaza Mayor de Salamanca es algo más que un imponente acierto urbanístico y arquitectónico, valioso como reclamo turístico para guiris en busca de lugares con encanto. Es el corazón de una ciudad cuyo cuerpo posee muchos órganos tan ricos, tan palpitantes que podrían hacerle la competencia a sus arcos, sus soportales y sus medallones. Sin embargo el visitante de Salamanca acaba tarde o temprano condenado a dejarse atrapar por la plaza, y no solamente porque muchas calles parezcan ladinamente dispuestas para arrastrarle hasta ahí, sino porque tiene una propiedad que no todas las plazas principales de capital logran alcanzar: la de ser acogedora. ¿Lo fue también en sus orígenes, cuando se hizo realidad lo que Churriguera había dibujado en el plano? Seguramente sí. Pero no es de su monumentalidad de lo que yo quería hablarles ahora que la plaza cumple
250 años y lo conmemora tan pronto llenándose de
seiscientos en busca del récord Guiness como celebrando conciertos al aire libre. Pienso en sus cafés, y en particular en uno de ellos: el
Novelty. Allá hacía su tertulia
Miguel de Unamuno, muchos años antes de que las reformas concedieran al local un aspecto distinguido que quizás antes no había tenido. A finales de los 70 del pasado siglo el Novelty adquirió un aire modernista, de belle époque, y así es como ha permanecido hasta hoy. Por aquellos años frecuentaba el local
Gonzalo Torrente Ballester, cuyo espíritu permanece atrapado en el local en forma de escultura. Un Torrente en bronce reside sentado en el primer banco del café, prestándose a ser acribillado por las cámaras fotográficas y a aguantar sobre su hombro el brazo impertinente del turista. A través de los cristales del Novelty, y mejor aún desde su terraza, es posible apreciar el bullicio de una plaza con carácter, noble y popular a un tiempo, rara combinación también de lo castizo y lo distinguido. Pero es sobre todo una rara sensación de tiempo lento lo que hay en el ir y venir de la gente por el lugar. Un tiempo ni detenido en la nostalgia histórica ni acelerado por los apremios crónicos de esta era nuestra. Así que un café en el Novelty invita a la divagación literaria, a la filosofía sin pretensiones, bajo la sombra protectora de Torrente y de Unamuno. Pero lo mismo ocurre tomando una sangría en el Cervantes o una cerveza fresca en Los Escudos cualquier día de primavera. Ciertamente hay plazas que mejoran con el paso tiempo y otras que, en cambio, se van envileciendo sin remedio. La Plaza Mayor de Salamanca, con 250 años de edad, es de las primeras. De las segundas, mejor no hablar.
28 mayo 2005
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2005-05-29 12:03 | 1 Comentarios
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