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LA CAMPAÑA
Publicado en Diario de Navarra, 16.4.05
Sea el cual sea el resultado de las elecciones para el Parlamento Vasco, habrá sido ésta una campaña sosa. Lo dicen todos los analistas: una contienda aburrida, de perfil bajo, de escaso colorido. Bendita medianía, si eso significa que por primera vez en mucho tiempo una campaña no ha estado amenizada por el estallido de bombas ni por el crepitar de autobuses urbanos. Es algo que quizá ha pasado inadvertido en medio de tanta conjetura sobre la mayoría absoluta o relativa del bloque nacionalista. Me cuento entre quienes verían muy higiénico un relevo de siglas en Ajuria-Enea. Pero, como lo cortés no quita lo valiente, no me duelen prendas en reconocer que en el País Vasco la atmósfera es bastante más respirable que pocos años atrás. Pese a los denodados esfuerzos de Ibarretxe por echar combustible a la hoguera de las divisiones, y pese también a las maniobras circences del entorno filoetarra para perpetuarse en una espiral de extrañas metamorfosis, la vida cotidiana en Euskadi se ha ido sosegando bastante. Incluso lo reconocía estos días pasados un joven concejal y parlamentario del PP, que es la fuerza política más autorizada para poner el grito en el cielo y que seguirá siéndolo mientras sus representantes se vean forzados a llevar escolta. He aquí un punto que no he visto recogido en el programa de los partidos: el objetivo de que ningún ciudadano vasco se vea obligado a ir con guardaespaldas. El olvido es un fármaco engañoso pero muy consumido en el País Vasco. Ha corrido por sus pueblos y ciudades tanta sangre, tan larga ha sido la presencia de la barbarie que, cuando se aleja un poco, parece como si nadie se acordara de anteayer mismo ni apreciase en su justa medida el abismo que separa la tempestad de la calma. No sé si esto es lo que llaman en los papeles políticos un «escenario de ausencia de violencia». Quizá sea un espejismo, o una calculada artimaña de los amigos del crimen. Quiero decir que me parecería una frivolidad bajar la guardia, dejarse llevar por la euforia, hacer concesiones precipitadas o llamar paz a lo que pudiera ser simplemente un efecto fugaz del cálculo o la fatiga. Durante el periodo de campaña han ocurrido en el mundo hechos de primer orden que han robado titulares a Ibarretxe, a San Gil, a López, a Madrazo, a Aldekoa y a los suplentes de Otegi. Eso ha bajado los humos de los políticos y de los electores en un país demasiado proclive a considerarse el ombligo del globo. Sin duda es mucho lo que se juega en las urnas; pero se agradece este aire de normalidad grisácea con que la campaña ha tocado a su fin. Que hable ahora el voto.
16 abril 2005
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2005-04-16 21:20 | 2 Comentarios
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Comentarios
1
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De: Anónimo |
Fecha: 2005-04-17 14:07 |
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El 16% del electorado vasco había votado hasta las 12.00, seis puntos menos que en 2001 (de El País, a las 13 horas). A ver si, aparte de sosa, la campaña ha sido desmovilizadora?
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2
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De: TS |
Fecha: 2005-04-18 19:31 |
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Pues parece que algo sí. Lo curioso es que la mayoría de comentaristas apenas concede importancia al descenso de participación. Se habla de él para interpretar algunos resultados, como en el caso del PCTV, con electores disciplinados al margen de la tendencia general. Pero la pregunta es por qué se ha reducido el número de votantes más de un 10% respecto de la anterior convocatoria. ¿No estaba Ibarretxe tan seguro de que su plan iba a movilizar al electorado nacionalista? ¿O será que al final las preocupaciones de la gente van por otro lado y no se veían atendidas en los programas y los discursos de la campaña?
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