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ERRORES
Publicado en Diario de Navarra, 9.4.05
Las enfermedades siempre imponen mucho. Cuando la salud se le resquebraja a alguien cercano, o a uno mismo, da la impresión de que una manera de ahuyentar los males es hablar en técnico. Me refiero a la costumbre de emplear términos propios de la medicina como si, de no pronunciarlos, le faltáramos al respeto al virus de turno y éste fuera a vengarse en nuestras carnes. Como si la dicción culta formara parte del tratamiento. Como si de esa forma alejáramos de nosotros las dolencias y sus efectos. Esta concepción sagrada de la palabra médica (de la que parte de culpa tienen los propios profesionales, tan satisfechos en su papel de brujos de la tribu) somete a los hablantes a situaciones delicadas que suelen derivar en el ridículo. Los llamados malapropismos son deformaciones léxicas causadas por una mezcla de ignorancia y afectación habitual entre los pedantes, pero que en el caso de la jerga médica más parecen errores debidos al tabú, al culto a la palabra sanadora, a la secular superstición que rodea al dolor. Ocurre entonces que alguien nos cuenta cómo le han hecho una
redundancia magnética por la cosa del reuma, o que está tomando unas
cláusulas contra la hipertensión, o que sufre de
almorroides y quizá se tenga que operar. Todo sería más sencillo si los médicos no se dieran tanto pisto con nombres de titulaciones profesionales sacadas del pozo de las lenguas muertas, y sobre todo si se comunicaran con los enfermos mediante términos más comprensibles. Pero también es probable que, en tal caso, los pacientes tendieran a subírseles a las barbas como recientemente han denunciado unas sufridas enfermeras de hospitales públicos. Un buen hombre con problemas de oído decía que iba a la consulta del
Doctor Rino. Una madre daba calcio a sus hijos por consejo del
pederasta. He visto pedir en la farmacia una caja de
aspirinas fluorescentes para el dolor de cabeza y en otra ocasión un
frasco de delirio para la irritación de ojos. Todavía hay quienes se tapan las heridas con
esparatrapos, quienes prefieren la
anestesia pildoral a la total y quienes andan mal de la vista porque padecen
estigmatismo. No nos burlemos de ellos. Las enfermedades y el lenguaje tienen en común el hecho de que ambos fenómenos son arbitrarios y caprichosos. El esfuerzo por mantenerse sano es tan respetable como el intento de dar sentido a las palabras, especialmente cuando esas palabras hablan de nuestros males con signos muy extraños. ¿Con qué derecho vamos a corregir al doliente porque dice tener una
hernia de Viriato, o al que espera inquieto el diagnóstico después de haberse hecho un
escarnio cerebral?
9 abril 2005
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2005-04-16 20:53 | 2 Comentarios
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Comentarios
1
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De: Delfín |
Fecha: 2005-04-16 21:09 |
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Esto fue escrito y publicado en papel en la semana de apagón de Blogalia.
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