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AGROSEXUALES
Publicado en El Correo, 12.9.04
La mayor tontería léxica del año es la propagación de «metrosexual», esa palabreja que corre en boca de todos aunque nadie sepa aclarar su significado con exactitud, porque es característico de los embelecos verbales carecer de contorno preciso y servir más para adornar el discurso que para designar algo en concreto. La dificultad de definición aumenta en este caso habida cuenta de que «metrosexual» pertenece al terreno de la estética, o de esa variante menor suya que es la cosmética, y sobre gustos, ya se sabe, no hay nada escrito. O al revés: está todo dicho, que viene a ser lo mismo. Pero vayamos por partes. Metrosexuales, de momento, sólo pueden ser los hombres. Con eso ya hemos avanzado algo hacia la comprensión del concepto (que no hacia la equiparación de sexos, o de géneros si ustedes prefieren: mal asunto; Zapatero debería hacer algo). Un paso más: el prefijo «metro-», en este caso, no atiende a la idea de medida ni insinúa procacidad alguna referente a las proporciones de ningún órgano corporal. Quiere atrapar la noción de ciudad moderna, de metrópoli, que es el hábitat de este nuevo tipo masculino. Pero lo hace erróneamente, puesto que en «metrópoli» la ciudad se menciona al final (polis) y no al principio (metro). Prosigamos la búsqueda, no obstante. Los nuevos paradigmas de la masculinidad supuestamente cotizada son sujetos que se perfuman, se acicalan, se depilan, se hacen las uñas y evitan cualquier signo externo que los asocie con el modelo clásico del oso, cuanto más peludo más hermoso. Una especie de dandis que rezuman ternura en sus ademanes y blandura en sus palabras, pero sin que eso comporte merma alguna de virilidad. ¿Somos, entonces, metrosexuales todos los que nos tenemos por moderadamente educados y más o menos aseados? No, amigo, no. La cosa es más complicada. Me temo que aparte de todo eso hay que ser famoso, rico o al menos influyente. Lo bastante influyente para inculcar en los hombres jóvenes la afición por consumir ciertas ropas, brebajes, lociones y complementos tradicionalmente usados en su mayoría por mujeres. Porque «metrosexual» -y aquí ya nos vamos acercando a la verdad- es una etiqueta de tenderos ideada con el solo fin de empujar a los hombres a lugares que hasta hace poco tiempo visitaban con escasa frecuencia. Es decir, para hacer consumidores. Para ampliar mercados. En conclusión, es metrosexual el hombre adaptado a las pautas estéticas de la ciudad y de la vida moderna. ¿Cómo llamar, entonces, a quien no responde a este patrón? Pues se me ocurre que habrá que decir «agrosexual», por lógica de opuestos. Agrosexual, que es la categoría donde nos meterán a todos como no empecemos a espabilar.
José María Romera
12 septiembre 2004
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2004-09-14 01:00 | 4 Comentarios
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Comentarios
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De: Brunhilda |
Fecha: 2004-09-14 21:27 |
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¡Qué pena me dan los hombres que se creen loquesea-sexuales!
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Humility is not thinking less of yourself, it's thinking of yourself less.' By C. S. Lewis
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