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EL AUSENTE
Publicado en El Correo, 27.6.04
En poco tiempo el ex ministro Federico Trillo se ha esfumado. Parece que se lo ha tragado la tierra. Sólo los más atentos saben localizar su nuevo emplazamiento en el paisaje político, mimetizado con el mobiliario del hemiciclo como diputado por Alicante en el Congreso. Ahí sigue tan tieso, sin perder la sonrisa ni descomponer su efigie de anuncio de loción capilar, tal vez en diálogo interior con su venerado Shakespeare o quizá echando unos rezos como aconsejaba el padrecito. Pero se le echa en falta. O mejor dicho: ciertos sucesos pendientes de aclaración requieren su presencia en primera línea. Si un caballero de honor es capaz de dar vivas a Honduras delante de una formación de tropas de El Salvador, con más motivo y menos aturdimiento debería estar dispuesto a rendir cuentas de algunos asuntos mal llevados en su gestión al frente del Ministerio de la Guerra. Ya saben de qué les hablo. No me refiero a su papel de acólito preferente en la invasión de Irak, donde tuvo la habilidad o la fortuna de quedar tapado en las fotos más comprometedoras, sino al indecoroso manejo de las víctimas del Yak-42 estrellado en Turquía cuando regresaba de Afganistán trasportando a decenas de militares españoles. Por lo que se ha visto hasta ahora, el entonces ministro Trillo dio por buenas unas labores de reconocimiento de cadáveres efectuadas a ojo de sepulturero. Chapuceramente. Sin método de identificación fiable. Y eso después de haber autorizado el embarque en un avión en dudoso estado, impropio incluso para el transporte de ganado, que acabó convertido en el ataúd de los militares. Es decir, todo hecho a la manera de aquel viejo ejército español, émulo del de Pancho Villa, que los ingenuos ciudadanos dábamos por extinguido hacía décadas. Las familias de las víctimas han exigido su dimisión como diputado, ya que no puede hacerlo como ministro. Pero ¿se puede dimitir cuando uno no es nadie políticamente hablando? ¿Qué forma de reparar los desperfectos está prevista para quienes, habiendo cometido una falta grave o causado un profundo daño, ya se han retirado al reino del maestro armero, allá donde pedir cuentas es empeño inútil? Ahora parece que por fin los muertos van a poder reconciliarse con sus nombres gracias a unos análisis bien hechos. Da la impresión también de que se va a prescindir de los servicios de unos cuantos altos mandos que actuaron con escasa fortuna en aquellos sombríos días. Esperemos que Trillo se sienta al menos un poco avergonzado. Que pida perdón, en vez de echar monedas sobre la mesa. Pero, por si nada de esto ocurre, convendría inhabilitarlo de por vida para aparecer en público con esa sonrisa tan suya, tan ladina, tan insolente.
José María Romera
27 junio 2004
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2004-06-27 01:00 | 2 Comentarios
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