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LA MUJER EN LA UNIVERSIDAD
Publicado en El Correo, 2.6.04
Por primera vez, el número de licenciadas supera al de titulados de sexo masculino en España, aunque éstas siguen optando por carreras humanísticas y sociales
En la carrera por la igualdad de trato y oportunidades sin distinción de sexos, a veces aparecen noticias alentadoras. La prensa se ha hecho eco recientemente de uno de los datos más llamativos del último censo de España (del año 2001) publicado por el INE, según el cual por primera vez el número de mujeres con título universitario supera al de hombres: un 13,9% frente a un 13,2%, respectivamente. Las proporciones cobran más relieve si se las compara con el censo de 1991, en el que las tituladas sólo llegaban a un 6,8%, por detrás del 8,3% masculino. Es decir, en diez años se ha duplicado la población femenina de licenciadas o diplomadas universitarias, mientras que el incremento entre los hombres, pese a ser notable, queda mucho más contenido.
Aunque todas las cifras son susceptibles de interpretación, éstas resultan lo suficientemente contundentes para certificar sin reservas que las mujeres están dando pasos de gigante en aspectos como la propia autonomía, el acceso a la cultura y la formación laboral. La ya consolidada irrupción de la mujer en la Universidad anuncia, si no un horizonte de igualdad absoluta, sí al menos la garantía de que en poco tiempo quedarán definitivamente neutralizados los argumentos discriminatorios basados en la mayor capacitación masculina para actividades profesionales de alto nivel.
Algo tiene que estar fallando, sin embargo, si tenemos en cuenta que la equiparación alcanzada en los estudios no se corresponde con otras realidades que deberían correr parejas de ésta. Dado que la universidad es la vía principal de acceso a empleos cualificados y a puestos de responsabilidad, la presencia de la mujer en el mundo laboral también tendría que ser significativa. Pero no ocurre así. Los hombres que acaparan los altos puestos duplican con creces a las mujeres; y la diferencia aumenta notablemente en la empresa privada -apenas el 7% de mujeres en alta dirección-, donde no rigen criterios de selección tan objetivos (oposiciones, concursos de méritos, etc.) como en las administraciones y empresas públicas.
Las grandes diferencias
José García Montalvo, coautor del 'Observatorio de la Inserción laboral de los jóvenes: 1996-2002' junto con José María Peiró y Asunción Soro, ha destacado en su estudio que las universitarias cobran por término medio un 25% menos que los hombres de igual nivel, al tiempo que éstos dedican no más de 8 horas semanales a las tareas domésticas mientras que las mujeres en su misma situación llegan casi a las 18 horas. La discriminación aumenta al analizar las condiciones de los contratos femeninos, donde priman la precariedad y la temporalidad, fenómenos manifiestamente menos frecuentes en los empleos masculinos. España se sitúa a la zaga de los países europeos.
Por desgracia, la universidad no está ejerciendo como un factor significativo de equiparación entre los sexos. La realidad de las aulas es una especie de ilusión transitoria que, una vez terminada, carece de continuidad en el ámbito laboral y en el doméstico. El desempleo femenino entre tituladas alcanza, según el censo de 2001, el 18,7%, mientras que entre los hombres afectaba al 11,1%. Y esta especie de penalización queda aún más agravada si se tiene en cuenta que la mayor parte de las mujeres ocupadas lo están en trabajos de rango inferior al de su titulación o formación.
Pero esta formación, asimismo, no es idéntica en uno y otro sexo. Llaman la atención las notables variaciones que se dan en determinadas carreras universitarias. En las ingenierías sólo son 68.321 las mujeres que alcanzan el tercer curso, frente a 362.876 hombres. La relación se invierte en estudios de Magisterio y Educación infantil (casi 500.000 mujeres frente a menos de 200.000 hombres). En Artes y Humanidades, Salud y Servicios Sociales el número de mujeres duplica al de hombres, mientras que la presencia femenina en Arquitectura o Informática queda lejos de la mitad de la masculina.
Dicho de otro modo: las carreras técnicas son feudo del hombre y las humanísticas y sociales parecen destinadas a la mujer. ¿No latirá en este fenómeno cierta herencia de viejos modelos todavía vigentes bajo la apariencia de una igualdad ficticia? Aunque nos encontremos en una sociedad de servicios donde cada vez es mayor el papel de las ideas, de los servicios sociales y de las competencias asistenciales, el hecho cierto es que el poder económico se inclina más hacia la técnica, y aquí las estadísticas siguen encumbrando al hombre. Queda en el aire una inquietante pregunta: ¿realmente la universidad está contribuyendo a la definitiva afirmación de la mujer en todos los ámbitos de la actividad humana?
José María Romera
2 junio 2004
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2004-06-02 01:00 | 2 Comentarios
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