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EUROPA
Publicado en El Correo, 30.5.04
Cuando el ciudadano participa en las elecciones locales, sabe que su voto puede afectar al asfaltado de las calles, a la apertura de una biblioteca o al modo de adjudicar las viviendas de protección oficial. En las autonómicas asciende el nivel de pretensiones, puesto que pueden estar en juego cosas como el empleo, la atención sanitaria y el cuidado de la Naturaleza. En llegando a los comicios de ámbito estatal, sube unos cuantos puntos más el volumen de palabras como Educación, Justicia, Seguridad, Impuestos o incluso Política Exterior. Pero ahí se detiene la cadena ascendente, mal que les pese a quienes ponen tanto ímpetu en llamar a las urnas para la elecciones europeas. Lo que salga del voto el 13 de junio tendrá menos repercusión que cualesquiera otras convocatorias, por la sencilla razón de que los elegidos ocuparán escaño en una institución sin poder decisorio. El Parlamento europeo no es una cámara legislativa, ni un órgano de control efectivo del gobierno continental -la Comisión-, cuya composición tampoco se decide en la Cámara de Estrasburgo. Así las cosas, es lógico que las formaciones litigantes en cada país -que tampoco representan en sentido estricto a partidos de ámbito internacional con programas propios e ideologías concordantes- afronten la cita como una especie de sondeo de opinión en clave de política local, y más en casos como el nuestro, donde justamente habrán transcurrido tres meses desde las controvertidas elecciones generales del 14 de mayo. La pregunta es si los ciudadanos están dispuestos a seguir avivando el fuego de una discusión inane y a tomarse la molestia de acudir a los colegios electorales a sabiendas de que el resultado de su voto será empleado para legitimar o deslegitimar aquellas elecciones. No hay que ser adivino para prever una baja participación que, de entrada, debería frenar cualquier tentación interpretativa en este sentido. Tampoco hace falta una bola de cristal para presumir una holgada victoria del partido socialista, puesto que en este momento ocupa el Gobierno y son en definitiva los gobiernos y no los diputados elegidos quienes trinchan y cortan en la política continental. ¿Porfiará entonces el PP en un mensaje de «revancha» o de «segunda vuelta» que le hará salir con el rabo entre las piernas y desdecirse de todas sus interpretaciones sobre los resultados de marzo? ¿Tendrá el PSOE la suficiente cordura como para no envalentonarse con esa supuesta ratificación y no olvidar que su mayoría sigue siendo relativa? Ya que el 13 de junio aportará poca cosa al destino de Europa, sería deseable que al menos no enturbiara el de España, donde tanto al Gobierno como a la oposición les aguarda bastante tajo.
José María Romera
30 mayo 2004
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2004-05-30 01:00 | 3 Comentarios
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Comentarios
1
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De: Dem |
Fecha: 2004-05-30 17:53 |
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Yo estaba pensando si votar o no...
¿De qué sirve el parlamento? Vota en contra de las patentes de software y luego llega (nosequéórganodegobierno) y las aprueba.
Viva la democracia!... pero que viva más cerca, que en Europa no se la ve ;)
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2
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De: trovador |
Fecha: 2004-05-30 18:22 |
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Dem: las patentes todavía tienen que volver a pasar por el parlamento. Se teme que el parlamento no les preste la debida atención y no enmienden la jugarreta.
Al editor: puede parecer a los ciudadanos que lo que se decide no tiene importancia, pero sí que la tiene. Que se ponga un canon por los préstamos de libros en bibliotecas públicas sí es importante, que se aprueben patentes de software para que un puñado de multinacionales y sus equipos de abogados secuestren la innovación es importante.
De todos esos misteriosos y poderosos órganos, el parlamento es el único en cuya composición tenemos algo de voz. El que se vote o no no es una cuestión de importancia, sino de información. Lamentablemente tenemos muy poca.
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