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EXPOSICIÓN
Publicado en El Correo, el 2.5.2004
Exposición
En el privilegiado emplazamiento de la localidad vizcaína de Artea, donde se halla situado el Museo del Caserío vasco, fue inaugurada días pasados una exposición sobre los primeros tiempos de una cosa llamada ETA. La muestra contiene varias piezas de diversa naturaleza, dispuestas de tal modo que reproduzcan lo más fielmente posible la atmósfera de un momento crucial de la historia, especialmente de la historia de su comisario y promotor, Xabier Zumalde (a) El Cabra. El visitante puede hallar en ella explosivos, armas, pasamontañas, txapelas, panfletos, documentos, carteles y antiguallas varias en perfecto estado de oxidación, el conjunto de las cuales compone una instalación de alto valor museístico. Esta abigarrada colección de chatarrería y quincalla se completa con otros elementos ambientadores, entre los cuales se aprecia la figura en tamaño natural de una señora casera, ataviada según los cánones indumentarios del folclore local, a quien se exhibe sentada ante una máquina singer en trance de coser, o bordar, o tal vez remendar, una bandera de la patria. La vida del paleoterrorista queda así reflejada en su contexto simbólico y a la vez cotidiano, de tal modo que la muestra rescata del olvido una época tan heroica como desconocida por las nuevas generaciones. A medio camino entre el Rastro y Museo de los Horrores de Madame Tussaud, la exposición aporta sin embargo algunos detalles que abren nuevos horizontes a la estupefaciente museística de nuestro tiempo. Unos detalles interactivos, por decirlo en términos al uso. Entre ellos destaca el montaje de un zulo con su catre y todo, un habitáculo donde el visitante puede apreciar al detalle las condiciones de vida de los secuestrados, siempre y cuando no padezca de claustrofobia. La crítica de arte ha acogido la iniciativa con unánime aprobación. Quizá, ha señalado alguno, podría haberse completado con la presencia de una víctima de carne y hueso (o tal vez sólo de hueso, dadas las circunstancias) para obtener un efecto de realismo más logrado. Otros, los menos, han insinuado algo sobre el mal gusto, pero sus reservas han quedado inmediatamente acalladas con el argumento de la libre expresión. Sumergirse en este evocador ambiente con efluvios de moho y naftalina no es sólo una expedición en el tiempo, sino un acto de reconocimiento a tantos y tantos patriotas desconocidos que en su día decidieron echarse al monte como el Cabra con el objetivo de acabar con la dictadura y, ya metidos en faena, ir apiolando a casi mil ciudadanos de toda clase y condición. Abierto en días laborables de cuatro a ocho. Festivos, de once a dos. Precios especiales para grupos y escolares. Etarras y simpatizantes, gratis.

José María Romera
2 mayo 2004
2004-05-02 01:00 | 4 Comentarios
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Comentarios
1
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De: Luis Alfonso |
Fecha: 2004-05-03 00:04 |
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José María,
A mí me ha sorprendido favorablemente que todos los partidos hayan coincidido en que se trata de una aberración. Igual resulta que todavía hay esperanza.
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2
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De: Delfín |
Fecha: 2004-05-03 11:51 |
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A ver si es verdad. Quizá resulte que lo que no ha podido la ética lo logre la estética.
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3
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De: Delfín |
Fecha: 2004-05-03 16:03 |
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Un bonito artículo de Javier Mina, hoy, en El País (edición País Vasco).
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