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ESTRELLAS
Publicado en Diario de Navarra el 17.04.04
Estrellas
Los micrófonos delatores captaron el instante en que un joven astro del fútbol, contrariado por el devenir del partido, injuriaba a uno de sus rivales: “¡Muerto de hambre!”. Es un insulto viejo. Tiene toda la solera de aquella España arcaica y clasista que despreciaba al mendigo y donde el rico miraba al pobre por encima del hombro como diciéndole “Usted no sabe con quién está hablando”. Tengo la impresión de que estos chicos de la pelota se lo tienen demasiado creído. Muchos de ellos han llegado a la leyenda sin pasar por la historia, ni siquiera por la escuela. Explicaba hace tiempo Jorge Valdano que las figuras con pies de barro engendradas por el mercado futbolístico sufren cierta minusvalía social derivada del hecho de haber crecido en la opulencia. No saben comprar una barra de pan, ni hacer funcionar un microondas, ni preguntar quién es el último en la cola del teatro. Acostumbrados a que les hagan las maletas y a que las puertas de las discotecas se abran de par en par cuando les ven llegar, están incapacitados para andar por el mundo con la cabeza baja. Después del encuentro de Mónaco, a algunos dioses matritenses del césped les esperaba en el aeropuerto monegasco su jet particular mientras el resto de la plantilla montaba en vuelo chárter. A los pocos días caían de nuevo derrotados a pies de un equipo inferior, y en sus rostros podía verse la desolación de quien repentinamente recibe una bofetada en pleno vuelo por la gloria. Pero no sólo ocurre en los grandes. También esa soberbia pueril prende entre los mal llamados modestos. En una cena de deportistas de varias modalidades, un jugador de fútbol local hizo ascos al nada despreciable menú preparado para la ocasión. Hubo que correr a otro restaurante próximo para conseguirle unas gollerías que también rechazó mientras el resto de comensales daba buena cuenta de la pitanza común. No es el único desplante protagonizado por muchos de estos aprendices de ídolo. Alguien les ha infundido un aire de superioridad que no solamente les hace sentirse por encima del común de los mortales, sino también de otros deportistas a quienes el éxito no les ha metido una pajarería en el cráneo. Por la ciudad andan todos los días campeones del mundo, finalistas en Juegos Olímpicos, miembros de las selecciones nacionales de diferentes deportes. Pasan inadvertidos porque ceden el paso en los cruces de peatones y conocen ese respeto que se aprende cuando uno se lleva a lavar a casa la ropa de faena y viaja en autobús para disputar una final de Copa. Ellos nunca llamarán a un rival, ni a un semejante, “muerto de hambre”. No son clasistas niñatos maleducados.
2004-04-16 01:00 | 4 Comentarios
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Comentarios
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De: ElPez |
Fecha: 2004-04-21 22:48 |
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¡¡¡Pero qué gratísima sorpresa, Don José María!!! Acabo de descubrir esta bitácora y espero, con ella apresurarme despacito.
Saludos de un vecino deslenguado :-)
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De: Delfín |
Fecha: 2004-04-22 07:51 |
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Bienhallado, JA (no son risas, sino siglas). Saludos paisanos desde esta modesta nave que se cruza con tu trasatlántico. Unas veces delfín, otras ancla, seguiremos navegando.
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